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¿Qué tan importante es el deseo? ¿Quién determina el nivel de importancia de los mismos? Hay gente que desea ganarse la lotería, otros desean pasar el catarro que los privó de una salida en el fin de semana y otros que desean acortar distancias o el beso que nunca les diste. ¿Hasta qué punto es bueno desear? Sobre todo cuando hay deseos que sabemos que son solo para perjudicar, pero de todas maneras depositamos nuestra energía en la 'mala leche' para ver qué tan lejos nos lleva.
Un pensamiento, una súplica, una oración... cualquiera de esos tres oficiales penales: uno te roba un momento de productividad, el otro te hunde en la humillación y el tercero es el ocio justificado de buena vibra, pero que en realidad te viste de inacción. El deseo, más que acercarte en un pensamiento a una realidad futura solo te convierte en un ente de procrastinación: apenas te permites acariciar con la mente un '¿qué pasaría si...?' en vez de darle rienda suelta a la realidad. A veces puede ser esa misma culpa de desear sin necesidad que hace detener nuestra voluntad de que sucedan o no las cosas.
Yo, la verdad que más que un optimista o un pesimista, me gusta ser un realista, y esta inquietud hecha escrito no nace de un espíritu motivacional para poner en práctica los pensamientos... nada que ver. Simplemente es la incomodidad de ver a donde puede llegar la gente por imponer sus deseos... desde cosas tan estúpidas como querer ver jodío al equipo rival de tu equipo favorito en vez de aportar o energizar a tu equipo a que haga las cosas bien, sin depender de la mala fortuna del otro, como también a destruir las relaciones interpersonales por querer probar puntos que no valen la pena o por querer llevar una razón que solo te será útil 5 minutos... y parece que hay gente que prefiere saborearse una gloria efímera basada en destrucción, en vez de aceptar humildemente un fracaso o una adversidad que seguramente te sirva para crecer y solidificar tus valores y creencias.
Gente... siempre lo he dicho: un ojalá es en realidad el lamento del deseo. Es la palabra que nos viene a la mente porque claudicamos nuestra voluntad y simplemente le entregamos nuestras ganas al universo para ver si conspira a nuestro favor. Dejense de esas pendejaces de Paulo Coelho, que antes que se me olvide, me puede hacer café en las bolas. Si el deseo es bueno y genuino, es cuestión de esfuerzo... y si el deseo es simplemente ver al otro jodío, por lo menos tenga los cojones de ser un hijo de puta de frente y de espalda, no vaya a ser que la cobardía del deseo le vire la tortilla en la cara y cuando menos se lo espere.
domingo, 7 de marzo de 2010
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5 desahogos:
Nunca había escuchado eso de: "un ojalá es el lamento del deseo". Pensandolo bien, es muy cierto.
En la vida hay que aprender a hacer de todo... desde hacer las cosas bien, hasta pasarle por encima a los demás por un 'deseo'. Obviamente, el tiempo siempre te dá tu merecido cuando no haces las cosas bien. Quieran llamarlo Karma, o "la tortilla al revés"; para mí es solo justicia.
BTW, ¡muy buen post!
Exelente post,muy de acuerdo con el compañero que comentó más arriba. Im amazed!.
Paulo Coehlo es un gran pendejo de la vida, lo odio.
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